
ALACRANÍA

Juan Manuel Lugo
Un investigador de la Universidad de Pensacola, Florida, de nombre Franklin Anderson Guijon, se comprometió a estudiar a fondo la sicología y otros aspectos científicos de los alacranes, durante 15 años.
El hombre, de origen hispano, inició sus pesquisas pensando en su propio apellido y reivindicando la contundencia de la tilde.
Su tarjeta de presentación dice:
Franklin A. Guijón
Researcher.
En la unión fonética de esa letra inicial y su apellido, Franklin vio una señal de predestinada empatía con esos feroces animalitos, caracterizados por sus aguijones poderosos.
A eso siguió la consideración del nombre de su Alma Máter. Pensó que debía comenzar pensando la cola de la criatura, porque ella soporta y nutre al arma del “Buthus occitanus”, nombre científico del “Arácnido pulmonado que tiene su abdomen acabado en una uña envenenada, con la que causa picaduras dolorosas y según las variedades, peligrosas”.
Sus primeros estudios se concentraron entonces en la comprensión exhaustiva de la morfología, fisiología y funciones de la cola, esa prolongación corporal esencial para la alimaña.
Franklin A. Guijón obedeció a la intuición premonitoria derivada en su nombre y esta fue tan eficaz, que culminó con la adopción como mascota de un soberbio ejemplar, encontrado en un sótano, que se dejó domesticar sin resistencia.
Pero la palabra mascota resultó inadecuada: el bicho probó ser mucho más que eso. Se convirtió en un informante, cuando descubrieron una extraña comunicación telepática entre ellos, que requería silencio y quietud de ambos interlocutores mentales durante las sesiones.
Lo primero que le contó el arácnido fue que su nombre era Nayib Al-Acrán, descendiente de una familia morisca de Al-Andalus.
Y que sus antepasados vinieron a América huyendo de los escorpiones cristianos, en uno de los navíos pestilentes de Colón, entre los forajidos que reclutó el Almirante para la gesta depredadora del Nuevo Mundo.

Pasó luego a informarle que cumplía una misión para la Universidad Ancestral de Alacranía, su país natal en el submundo.
Esa institución – dijo, refiriéndose a sus patrones académicos – tiene nombre pomposo, pero es lo que ustedes llaman Universidad de Garaje. Y nosotros llamamos – agregó, mordaz - Universidad de Caverna.
Como tantas – exclamó, exaltado, Franklin – Y no necesariamente por sus instalaciones.
Mi trabajo – continuó Nayib Al-Acrán, haciendo caso omiso de esa exaltación – es indagar el comportamiento y sicología de los humanos y la incidencia de nuestras influencias recíprocas en el futuro de ambas especies.
Colegas somos – soltó en voz alta Franklin, y casi le tiende la mano, olvidando lo diminuto y peligroso del otro, y su pacto de silencio y quietud.
La diferencia – respondió con rapidez Al-Acrán, asimilando la información – está en los recursos. A mí sólo me financian 15 días.

A continuación, el ponzoñoso sujeto proyectó en la pantalla mental del investigador unas notas destinadas al diccionario alacrán. Decían:
“Humanos: Mamíferos bípedos ignorantes, entre muchas cosas, de que también tienen ponzoña. Invisible en su cuerpo, pero con manifestaciones letales en su lengua y su infatigable industria armamentista.
“Lenguaje: Vasto conjunto de palabras que manipulan en muchos idiomas, para significar a menudo lo contrario de lo enunciado. Se destacan Libertad, Igualdad, Justicia. Y un largo etcétera”.
“Política: Actividad ineludible que suelen usar como pedestal para egos hipertrofiados con capacidad oratoria y delirios mesiánicos, manipulando ignorancias, complejos de orfandad y credulidad de las masas”.
“Democracia: Concepto acomodaticio que los gobernantes, de cualquier tendencia, suelen ajustar a la medida de sus megalomanías.”
“Socialismo: Palabra comodín, heredada de las buenas intenciones del Siglo XIX y socorrida por totalitarismos, de Derecha (“Nacional Socialismo”), de Izquierda (“Socialismo Soviético”) o simple demagogia caudillista (“Socialismo del Siglo XXI”).
“Derecha e Izquierda: Dos maneras de ser imbécil, según frase de un escritor famoso.
“Capitalismo: Acumulación de riqueza social, acaparada por los más codiciosos, acaballados sobre el sudor del resto”.
“Desarrollo: Propósito loable, que al desbocarse sirve de pretexto para toda clase de desmanes contra los débiles y la Naturaleza.”
“Progreso: Deidad omnipresente, propensa a enceguecerse y atropellar lo que se le interponga. Unos y otros la veneran, proclamándose “Defensores del Progreso”.

El diálogo telepático entre los investigadores recíprocos se suspendió de súbito cuando Nayib Al-Acrán apagó su proyector mental y salió disparado con un “hasta pronto”.
Los encuentros se repitieron por reapariciones espontáneas de Al-Acrán, siendo un aporte invaluable para Franklin A. Guijón, quien entregó a la Universidad una completísima
investigación, que resultó laureada con los máximos honores.
Hoy, su despacho está presidido por la parodia de una frase famosa, escrita en inglés y en español:
“CUANTO MÁS CONOZCO A LOS HUMANOS,
MÁS QUIERO A MI ALACRÁN”
En cuanto a Nayib Al-Acrán, se sabe que se convirtió en humanista pero no en ratón, sino en alacrán de biblioteca.
Su madriguera bibliotecaria ostenta una cita de Shakespeare que afirma, por boca del príncipe Hamlet:
“…SOMOS JUGUETES DEL DESTINO…”