top of page

                                Una Temporada en el Infierno

 

                                                                                                                             Por Fernando Muñoz Botero

 

“El capitalismo es una mafia legal mientras que la mafia clásica es un capitalismo ilegal”

Leonardo Sascia.

 

 

Hace algunos días y a regañadientes, acepté una invitación a comer en casa de la mejor amiga de alguien muy cercano. Llegué algo tarde y ya estaban todos sentados a la mesa, promedio de edad 39, yuppiesitos y yuppiesitas  de todos los colores (los sweaters), quienes tras un brevísimo saludo  incrustaron de nuevo sus cabezas rebosantes de gomina y gloss appeal en el celular de moda. Al aparatico se le rinde culto, el aparatico es por ellos venerado a pesar de que obviamente el aparato mismo los esclaviza. Es el instrumento de control de sus amos, de hecho algunos de estos aparatos, como ya muchos lo hemos oído, han sido bautizados con el nombre de un instrumento de tortura, la bola negra que se ataba al pie de esclavos y prisioneros por medio de una cadena y un grillete era llamada Blackberry. No obstante mis compañeros de mesa no parecieron molestarse por haber sido despojados de uno de los bienes más preciados de cualquier ser vivo: el derecho a su tiempo. Muchos enfermos terminales hacen un bucket list que lastimosamente casi nunca llegan a cumplir tras haber subsistido toda una vida esclavizados. De repente y out of the blue, una de las invitadas acerca su perfumada cabecita y muy orgullosa me comenta: “Lo siento, es que soy una workaholic”. Existe un dicho africano que resume esta desgracia impuesta por la actual cultura occidental: “Todos los blancos tienen reloj pero ninguno tiene tiempo”. El tiempo ya no le pertenece al individuo sino  al  grupo  de  trabajo y la

 

aplicación que todo lo controla  tiene un nuevo nombre: Whatsapp. Incluso una vez el individuo llega a casa continúa a disposición de su jefe quien continuamente expropia a su subalterno de su tiempo personal, ubicándolo ininterrumpidamente y sometiéndolo a vivir una condición constantemente avasallada y precaria. Hoy por hoy, sólo los fracasados, vagabundos, artistas, desertores universitarios y ciertos intelectuales y humanistas pueden disponer de su tiempo libre. Pero no estamos aquí para teorizar acerca de la expropiación del tiempo. Sólo    valió     la     pena 

mencionarlo debido a que fue este tema el detonante para una conversación que más adelante se tornó turbulenta y reveló un lado un tanto oscuro acerca de mis amables anfitriones. Ocurrió cuando alguno de ellos comentó: “El tiempo es el único recurso del cual pueden disponer gratuitamente los que viven  en el escalón más bajo de la sociedad”, en ese momento casi todos rieron y de la nada se dio inicio a un virulento ataque en contra de los menos favorecidos, se  hablaba de las “clases peligrosas”, de que la pobreza se debe al comportamiento de los pobres y no a las barreras sociales, de que “la gran factura de nuestra sociedad actual no es la que separa a los ricos de los menos ricos sino a quienes son capaces de quienes no son capaces” y así poco a poco y con la colaboración del vino mis compañeros comensales continuaron esgrimiendo “inteligentes” sentencias como la anterior, acompañadas de otras frasesitas más folclóricas muy seguramente sacadas del Manual del perfecto idiota Latinoamericano o de esos 5 pilares inventados por cierto líder local de mano firme y corazón grande.

 

En nuestros países existe una aceptación casi institucional del abuso en contra de las clases menos favorecidas. Es prácticamente moral acusar y culpar a las víctimas por su pobreza y atraso, razón por la que muchos están siempre prestos a citar o imitar a los teóricos americanos que especulan acerca de la underclass, de la pereza congénita de afroamericanos e inmigrantes o de las xenófobas teorías de discriminación genética típicas de sociobiólogos como Edward Wilson, preceptos que son utilizados no sólo para sustentar un capitalismo salvaje sino para desarrollar argumentos racistas como los del Nobel Peruano Mario Vargas Llosa quien insiste  en que “ninguna sociedad colectivista o impregnada de esa cultura, refiriéndose a la cultura indígena, es una sociedad que se desarrolla, moderniza y alcanza la civilización”, agregando  que la actitud del indígena “apela a los bajos instintos” “y nos arrastra a la barbarie” para concluir que si queremos que América Latina ingrese a la “civilización” es necesario exterminar esas culturas autóctonas. Este tipo de opiniones no son ajenas a políticos y figuras públicas en nuestro país, muchos de los cuales, temerosos ante la posibilidad de estar “manchados de tierra” eligen el camino de criticar todo lo nativo como eficaz método de “blanqueamiento”. Una actitud característica y reiterativa en algunos miembros de cierto partido que se tilda de “democrático”.

 

 

 

. S

¿Quiénes son los responsables de estos exterminios “legítimos”? Son tan sólo organizaciones internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio? ¿Son sus cabezas visibles como Michel Camdessus, exdirector del FMI, pérfido diseñador de infames programas de ajuste estructural que  sometieron  al  ecúleo a  las 

La verdad en un sentido más amplio es que para los neoliberales de todos los bandos los que “arrastran a la barbarie” somos todos los que nos oponemos al capitalismo, al libre comercio y a la globalización. Somos nosotros los verdaderos enemigos de la “civilización”, los “terroristas” como eran llamados todos aquellos que pensaran diferente sobre cualquier tema político, económico, histórico e incluso religioso, durante los ocho años del anterior gobierno.

 

Me pregunto yo si no infunden acaso más terror los responsables de las diversas formas de aniquilamiento laboral (desempleo, despidos masivos, explotación infantil, etc.) o ciertas organizaciones que han propiciado auténticos genocidios económicos como fue el caso de Zambia, país que a pesar de que podría ser una de las naciones  más ricas del mundo debido a sus enormes reservas de cobalto y cobre, tras ser obligado a privatizar sus minas, condujo a su población a vivir en un estado de pobreza extrema, donde cientos de niños mueren diariamente y aquellos que sobreviven tienen una expectativa de vida de sólo 33 años, las más baja del planeta, sólo comparable a la de los europeos durante la época de la peste negra. No son aún más peligrosos quienes promueven el monopolio de los medicamentos y el imperialismo farmacéutico privando a enormes porcentajes de la población mundial de tener acceso libre a las medicinas o quienes obligan a los países pobres a producir solamente aquello en lo que, según ciertas organizaciones internacionales, se cuenta con cierta ventaja comparativa, desplazando a los productores locales, destruyendo las economías campesinas y condenando a la población a morirse de hambre, como en Kenia, donde gracias a las exigencias de la Organización Mundial del Comercio, el país debió desregular su mercado de granos convirtiéndose en una macrabra zona de cadáveres y hambre tras haber sido el granero de África. 

gentes pobres del planeta y quien según Edward Herman (creador del propaganda model  junto a Noam Chomsky) “es posible que sea directamente responsable de más muertes humanas que cualquier otra persona desde la segunda guerra mundial”? Claro, son ellos, como lo son los políticos y los líderes empresariales, pero también los teóricos e intelectuales del neoliberalismo. Son ellos el cerebro detrás del estado mínimo y la desregulación del mercado, los inventores de la mano invisible que regula el mercado, sujetos como Von Hayek, el siniestro asesor económico de Pinochet quien prefería una dictadura por que creía que la democracia basada en el estado llevaba al comunismo. Son economistas de Harvard como Jeffrey Sachs quien con su famosa terapia de choque desmanteló las empresas públicas en Bolivia, las privatizó y procedió a liberalizar la economía prometiendo una inversión extranjera que nunca llegó, y que llevó al país a la ruina, y a sus gentes a la más cruel miseria. Más de 23.000  mineros de un total de 32.000,  que fueron empleados por la ex corporación estatal Comibol perdieron su trabajo. Otros 100.000 obreros cualificados del total de 130.000 que absorbía el sector industrial también se quedaron en la calle (esto para citar apenas  dos  ejemplos).  Sachs,  así  como   Milton

Friedman y Arnold Harberger, líderes de los Chicago Boys, además de ser responsables de la desgracia de miles, son también los gurús de las nuevas generaciones de líderes. Jóvenes como mis compañeros de mesa, una generación que tal vez por una cuestión cíclica o por no haber estado expuesta directamente a subculturas o movimientos como el hippismo o el punk, han sido vulnerables a un endoctrinamiento por parte de los estamentos de poder, una educación que los enseña a ser obedientes, conformistas, a no pensar demasiado, básicamente a funcionar dentro del sistema y ser capataces o esclavos del mismo, donde lo más lamentable es quizás el hecho de que entre más títulos atesoran más profundo es su endoctrinamiento y por eso, como

dice Chomsky, sólo sobreviven aquellos que no se cuestionan y hacen las estúpidas tareas para poder ascender al siguiente nivel. Lo sé por experiencia propia, en algún momento fui también un Ivy Leaguer y aunque deserté a tiempo, me ha tomado décadas desoccidentoxicarme.  Son los jóvenes graduados de estas universidades quienes se convierten luego en émulos y socios de los grupos de tecnócratas y consultores enviados a nuestros países por organizaciones como el Banco Mundial para imponer planes de ajuste estructural, privatizar empresas públicas, inventarse y rediseñar políticas tributarias, reducir salarios y en general dictar normas económicas de acuerdo a los intereses de las multinacionales que están detrás y de la mano de estas organizaciones. Ellos son quienes seguirán firmando tratados de libre comercio para mandar a miles de pequeñas empresas y a pequeños ganaderos y agricultores a la ruina. Ellos despojarán a los campesinos de sus tierras para cederlas a los monocultivos de las multinacionales  y  los grandes magnates locales. Ellos ahogarán con sus impuestos a viejos capitales y los descendientes de los antiguos emprendedores y aventureros que construyeron este país serán precipitados al proletariado. Ellos privatizarán el agua, las selvas. Entregarán vastas regiones naturales a las grandes compañías mineras, serán los capataces de miles de esclavos colombianos pero a la vez también serán los serviles esbirros de sus amos extranjeros, que contestarán sus mensajes de whatsapp, tecleando a velocidades inimaginables. 

Cuando se acercaba el momento del postre me fui dando cuenta de que me encontraba en presencia de traidores, verdaderos demonios en potencia de la talla de Caín , Antenor, Judas o Ptolomeo, futuros habitantes del noveno círculo, bestias fratricidas capaces de vender a hermanos y compatriotas como esclavos. Manejé a casa un tanto alterado, consciente de que una vez más, acababa de disfrutar de una breve temporada en el infierno.

  • Wix Facebook page
  • Wix Twitter page
  • Wix Google+ page
bottom of page