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VÁZQUEZ COBO, EL HUMOR VESTIDO DE GENERAL

No tuve el gusto de conocer a mi abuelo, el general Vázquez Cobo, vallecaucano de nacimiento y de corazón, nació en Cali, el 9 de febrero de 1869, (mismo día de nacimiento de sus hijos Camilo y Alfredo), murió en la misma ciudad, el 2 de febrero de 1941.

 

Podría escribir sobre su trayectoria como político y diplomático, pero creo que sería aburridor leerlo. Ya su hijo lo hizo en un pesado tomo, que ni él mismo alcanzó a leer.

 

Como dije, no le conocí personalmente pero sí sus innumerables anécdotas. Mirando su foto, siempre me pareció que de su figura emergía un halo, como si se tratara de un antiguo patriarca.

 

En mi casa no se cantaba “Mambrú se fue a la guerra…” sino “La bandeeeera colombiaaana ondeará sobre Leticia, como siímboooolo sagraaado del derecho y la justicia” y luego seguía un estribillo en verso que rezaba:

“El general Vázquez Cobo, se enfrentó con valentía al ejército enemigo en la guerra de Leticia…” (con voz de tenor).

En 1905 se elige como presidente al general Rafael Reyes y Vazquez Cobo fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores. En 1906, la palabra progreso tenía por primera vez en nuestra historia, algún significado práctico, pero después de dos años, el gobierno de Reyes empezó a declinar. El 13 de marzo de 1909 a raíz del tratado Cortés-Root referente al Canal de Panamá, se reabre la herida sentimental de Colombia, lo que convierte este acontecimiento en un hecho impopular, que desencadena una verdadera asonada.

 

Ese día Vázquez Cobo encuentra su casa de habitación, situada en el costado oriental del Parque Santander, donde se edificaría posteriormente el Jockey Club, rodeada por una turba agresiva que lanza piedras y gritando a todo pulmón “abajo los mellizos de Vázquez Cobo”, los infantes Camilo y Alfredo tenían en ese momento un mes.

 

Escalando los muros, de la parte posterior de su casa, Vázquez llega al Palacio de Nariño y para sorpresa suya, encuentra al presidente Reyes enfundado en su traje de viaje. Entonces, con su característico valor y gallardía, se hace dueño de la situación, se enfrenta a Reyes, impidiéndole abandonar el poder y se hace nombrar Ministro de Guerra. Un rato después coloca ladinamente un par de ametralladoras en el atrio del capitolio, pero nunca ordena que se disparen.

La multitud que observaba cautelosa, reflexiona y decide retroceder, dejando al recién estrenado ministro a cargo del palacio.

Ese día Vázquez Cobo encuentra su casa de habitación, situada en el costado oriental del Parque Santander, donde se edificaría posteriormente el Jockey Club, rodeada por una turba agresiva que lanza piedras y gritando a todo pulmón “abajo los mellizos de Vázquez Cobo”, los infantes Camilo y Alfredo tenían en ese momento un mes.

 

Escalando los muros, de la parte posterior de su casa, Vázquez llega al Palacio de Nariño y para sorpresa suya, encuentra al presidente Reyes enfundado en su traje de viaje. Entonces, con su característico valor y gallardía, se hace dueño de la situación, se enfrenta a Reyes, impidiéndole abandonar el poder y se hace nombrar Ministro de Guerra. Un rato después coloca ladinamente un par de ametralladoras en el atrio del capitolio, pero nunca ordena que se disparen.

La multitud que observaba cautelosa, reflexiona y decide retroceder, dejando al recién estrenado ministro a cargo del palacio.

 

El abrebocas en las cenas de gala era un anécdota sobre mi padre Jaime, que estudiaba en Bélgica ingeniería y arquitectura y luego de haber perdido el año, muy asustado le envía un telegrama o Marconi como antes se conocía a ese pedazo de papel con pocas letras, a su hermano Alfredo para que prepare el terruño familiar y atenúe el enojo del General de porte gallardo y disciplina férrea.

l telegrama decía así:

“Año perdido prepara papá stop

Javazcar”

 

A vuelta de correo recibió la siguiente respuesta:

 

“Papá preparado prepárate tú stop

Alvazcar”

 

Corría el año 1929, el 9 de Febrero, día de su cumpleaños, fecha en la que se realizaban las elecciones para presidente, que Vázquez disputa contra Guillermo Valencia (también conservador) y Enrique Olaya (liberal).

Los vazquistas insistían en la dificultad de que un intelectual como Valencia, gobernara. En eso residía la fuerza del general Vázquez Cobo, a quien el pueblo lo quería, porque tenía el don de acercarse a la gente, ser práctico, optimista y derrochar buen humor y alegría. Valencia por el contrario, estaba sumergido en los problemas del país y en la “pacificación de Colombia”.

Pero no todo era fácil para el General. Los zapatos cardenalicios desde el púlpito clamaban en favor de Valencia porque Vázquez Cobo no se sabía el Catecismo Astete, no se había confesado ni comulgado por Pascuas de Resurrección, en pocas palabras, no había cumplido con los santos cánones romanos.

Por el contrario, Valencia significaba la concentración afortunada de todas las fuerzas espirituales y morales de la patria.

Las elecciones se perdieron y con ellas, la hegemonía del partido conservador que desde 1886, había regido el país.

Olaya Herrera, representaba un cambio que se estaba dando en Colombia, y en la forma de hacer política.

 

Otra de las anécdotas conocidas y al parecer históricas, de la cual se hablaba mucho, fue el debate en el senado, cuando lo llamaron a rendir cuentas sobre la guerra de Leticia. Su principal contrincante, el senador Felipe Lleras Camargo trataba de hacer las “delicias” del senado, mientras Vázquez Cobo, ya anciano y fatigado, lo escuchaba impertérrito.

Cuál no sería la sorpresa cuando Vázquez Cobo tomó la palabra y con tono enérgico y gran seriedad dijo:

 

─Yo soy un militar con una larga trayectoria y quiero advertirle al Senador Lleras Camargo que, cuando yo digo mato…es porque tengo res amarrada -Con esa respuesta, superó al gracioso parlamentario.

Luego Lleras, impaciente, interpeló:

─Dígame general, ¿cuánto cree que gasta un avión entre La Tagua y Leticia para poder afirmar lo que usted está diciendo?

Vázquez le contestó:

─Usted está como el indio que preguntaba ¿cuántos zurrones se necesitan para trasladar al cerro de Monserrate a Fontibón? -El otro indio le contestó- Depende del tamaño de los zurrones. –Y Vázquez añadió- Lo mismo ocurre con los aviones, senador.

Una sonora carcajada se oyó ante la respuesta del general.

 

Casi al final de su vida algún gobernante del Valle le propuso mandar hacer un busto en bronce, a lo cual contestó:

─Pero con cabeza de tornillo, para cuando se les ofrezca cambiarla.

 

Este era el tipo de humor que siempre se manejó en casa, heredado del abuelo.

 

El partido conservador, lo declaró de cierta forma proscrito, por dejar el poder en manos de los liberales. En 1936, el general se retiró de su vida política, a su hacienda de Palmira.

En las faenas sencillas de la siembra de caña, que endulzaban su espíritu, pasó los últimos meses. Pero su voz de mando nunca disminuyó.

En esta época, largas horas compartió bajo su alero, en su mesa de gran señor, con Laureano Gómez, quien tenía puesta su atención en la sabia palabra del hombre que había servido a su patria, sin hieles, ni rencores. El luchador, alcanzó la más grande de sus victorias: triunfó sobre sí mismo demostrando su estatura moral al ser superior a la adversidad.

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