
La Sin Salida de los Recursos Naturales en Colombia
Por Ana María Díaz
El Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 aprobado por el Congreso colombiano, sugiere por primera vez el crecimiento verde, o desarrollo económico sostenible, con objetivos y metas para no atentar contra los recursos naturales de Colombia en el largo plazo. Sin embargo la propuesta es poco creíble. Una economía dinámica se constituye del desarrollo de varios sectores como la agricultura, el sector manufacturero, y sí, el sector minero-energético. Dada la carencia de una política de desarrollo industrial y manufacturera seria, aunada a la persistencia del conflicto armado que inhibe el desarrollo de la agroindustria, la economía colombiana seguirá dependiendo más y más del sector minero para su crecimiento y generación de ingresos. Desarrollo que va en contravía de la preservación de los recursos naturales y de la calidad de los mismos.

El problema de una economía basada en la exportación de commodities, como el petróleo, el carbón, o el oro, es que genera una abundancia de divisas por la exportación de estos productos, permitiendo una apreciación cambiaria, que si se mantiene en el tiempo, vuelve menos competitivos los otros sectores de la economía. Tal es el caso del sector manufacturero en Colombia, donde según la ANIF, el valor agregado industrial pasó del 24% al 12% en los últimos 30 años, y la generación de empleo del sector pasó del 25% a tan solo un 13% en 2015. Es decir, el sector minero-energético creció, a expensas del sector manufacturero y otros sectores de la economía.
Las pérdidas sociales de este proceso de desindustrialización no se dan sólo en términos de empleo, sino también en términos de competitividad. Los commodities al ser bienes producidos en masa, y cuya existencia se considera ilimitada en la naturaleza, tienen muy poco valor agregado, bajo nivel de diferenciación y de especialización. Al ser un producto que literalmente se le arranca a la tierra y se vende sin ninguna transformación, además de ser un producto idéntico al que venden nuestros competidores, Colombia no puede reclamar precios altos en su venta. Es así que no sólo destruímos nuestra riqueza natural, sino que nos pagan muy poco por hacerlo.
Adicional a esto, los commodities están al vaivén de los precios internacionales, cuyos precios en un mal año, pueden caer casi el 50%, como de hecho ha venido sucediendo con el precio del petróleo. En junio de 2014 el barril de crudo se cotizaba en USD$ 105,37, para en junio de 2015 cotizarse a la mitad de ese precio, USD$ 56.90. Según el actual ministro de Minas y Energía Tomás González, la única manera de compensar los malos precios es PRODUCIENDO MÁS.

Es decir explorando más, contaminando más nuestras aguas en los procesos de separación del crudo y del gas, y contaminando más nuestros suelos en la disposición de desechos líquidos que se vierten en piscinas sin tratamiento y que eventualmente terminan siendo absorbidos en el subsuelo.
Cualquier persona cuerda se preguntaría, por qué priorizar un modelo de desarrollo tan destructivo, y con tan pocos réditos. La respuesta es que no hay más, ni habrá más mientras no haya una política industrial seria, de largo plazo y con los incentivos económicos y tributarios que corresponden. Sin manufacturas ni agroindustria, sólo habrá minería, y todas las soluciones serán cortoplacistas y desesperadas, como las recientemente propuestas por la presidenta de CAMACOL, Sandra Forero, quien para compensar la caída de ingresos del sector minero y su impacto en el crecimiento de la economía colombiana, propuso aprovechar los buenos precios del dólar para exportar materiales de construcción a Latinoamérica y el Caribe. Por “materiales de construcción” se entiende madera, vidrio, y cerámicas, nuevamente obtenidos de depredar nuestro medio ambiente. Seremos "ricos" otra vez deforestando nuestros bosques y pelando nuestras montañas, y lo haremos así por muchos años más, porque sin el desarrollo de otros sectores económicos, y sin tecnología ni educación, no hay más economía posible que la extractiva.
Ana María Díaz