
PRESUNTO DELINCUENTE
Por Rocío Obregón
Mención Casa de Poesía Silva
He despertado al ocaso de mis sueños.
Me apresuro por llegar al viejo escritorio
que compite en edad con la mía.
Me espera una taza de café trasnochado
el mismo que dejé ayer,
un cenicero que lleva a sus espaldas
la triste suerte de otro necio que agoniza.
La fría mirada de mi compañero
me reprocha que no haya leído el expediente.
No hay prisa,
al occiso ya no le compete.
Nadie ha lavado en años las ventanas.
En una esquina del vidrio,
observo la misma mancha arrogante que se burla de mi.
Me llaman.
Salgo a investigar una pista cualquiera
en un callejón oscuro donde ha dejado su sello el verdugo.
El acertijo me guiña el ojo.
¿Logrará el instinto de sabueso despistado y añoso,
descubrir el motivo del victimario profanando el laberinto de su mente?
Me llaman,
debo interrogar al sospechoso,
mis métodos, un tanto intimidantes, prueban ser fehacientes:
después de presionarlo una y otra vez
admite haber cometido el crimen… de otro delincuente.
Se invierten los papeles,
ahora soy yo el juzgado, el culpable,
la jubilación en mora, el cuerpo del delito presente.
Soy el resultado de una indagatoria execrable y hostil…
desterrado de mi propia ley.
Al amparo de la poca paciencia que me queda,
hoy como ayer, reviso el expediente.
Acuso sello de caducidad.
Hoy como ayer,
pido los resultados de ADN.
No coinciden.
Los exámenes nunca han sido concluyentes.
Puedo sentir las balas de su desdén cayendo por mi viejo abrigo,
las armas de su desprecio apuntando a mi cabeza.
La deshonra del tiempo deja una huella innegable
en el archivo del forense.
La mancha en el vidrio dicta su veredicto final.
¡Culpable! …de cuerpo ausente.
En la gaveta de mi escritorio guardo la botella,
Whisky barato, para disfrazar la derrota de mi malogrado presente.
Trago a trago se diluyen las miradas disimuladas de aquellos que anhelan
mi silla, mi lámpara, mi cenicero, mi suerte.
Cada día agoniza lo que pude ser y no fui.
Reviso con preocupación mis antecedentes; inspector de poca monta he sido yo, condenado a caminar por el pasillo de la muerte.
MISTERIO ES NOCHE
Por Rocío Obregón
Misterio es noche,
embrujo cósmico que cautiva el alma.
Tus precipicios voraces sin fondo cierto
me llevan de regreso a la inmutable calma.
Misterio es noche,
mística sacramental de silencios no pronunciados.
Son los abismos profundos que acompañan mi sueño
ecos distantes al oído susurrados.
Luces furtivas iluminan tu vagar nocturno,
hay en tu alma infantil un asomo de lo eterno,
en la vacilante región de lo tangible,
se confunden lo vivo con lo muerto.
Misterio es noche
exilio del alma.
Ausencia perenne, innombrable,
quiero bañarme en tus oscuros imperios desolados
donde no brilla la luz, ni reina la cordura,
el delirio se transforma en dogma y la sabiduría en caos.
,
Tiempo suspendido en los hilos del universo
que alguna vez creí mío, pero me fue destinado.
Huir de este fugaz y penoso recorrido
mas parece ser la locura de un enajenado.
Nacemos a la anarquía.
Nos volcamos al dolor.
Matices de sombras iluminan la incierta travesía.
A veces, permuto en la fragmentada realidad,
donde la esperanza muere cuando nace el día
y la noche despierta siempre, a la eternidad.


