top of page

Los Desarmados

Por Manuel Hernández Benavides

Somos una gran mayoría los desarmados. Dudo en hablar de los inermes pues tiene la palabra una connotación con los indefensos. Los desarmados, desde una práctica social y política, a la manera de Hobbes, son los asociados que le otorgan al Estado el monopolio de la fuerza para precaver los asaltos y las extremas violencias de la injustica y la crueldad humana. La organización de la sociedad en ese preciso intervalo entre la revolución comercial, marítima y de piratas de los mares y la revolución industrial, aquella de los salarios de hambre para curar el hambre generalizada de las aglomeraciones urbanas nuevas; en ese intervalo se publica El Leviathan, 1651, como decir el monstruo marino en que se torna la sociedad, ya comercial y a punto de ser industrial. Todo esto ha sido ilustrado por Mandeville, 1670 y Grandville, 1830. Repartidos en Londres y París en 150 años. 

En esas anda Colombia. Pero los desarmados no contamos para nada. Hay desarmados físicos que somos los que no estamos “mancados” y los que no tenemos licencia para portar armas. Y hay los desarmados por convicción: los afros, los indígenas, los sacerdotes de casi todas las religiones, los académicos, los trabajadores, los profesionales, aunque no todos, y así. Los presos pero no todos, los enfermos, los niños y las mujeres aunque cada vez menos.

Se habla de la ciudadanía, de las nuevas y de las viejas, de los movimientos sociales, de los manifestantes, de los que protestan y de los huelguistas. Se presume que todos estos estamos desarmados y en efecto con un buen grado de certeza se puede afirmar que todo esto es verdad.

 

Entonces, ¿por qué no hay un movimiento ciudadano a favor de la paz? Del desarme de los armados para mejorar esencialmente la sociedad. Una sociedad sin batidas de conscripción, con policías de bolillo, con cero presupuesto para alimentar la industria armamentista, sin autoritarismo armado, sin paranoias enfermas disfrazadas de normalidad y decencia, donde los inversionistas cuenten a qué vienen, qué significa para ellos invertir y para nosotros ser parte conspicua de esa inversión, de la pérdida, del expolio, de sus consecuencia de pobreza y atraso. Sin pensar que el desarrollo sea una panacea se puede vivir. Sin armas y con ideas. Con espiritualidad: ya sea la de las ideas, la del juego, la de la creación, la del saber, la del conocimiento. Como decía María Mercedes Carranza estar levantado en almas. No en armas. Ya es hora de crear este movimiento. En serio pero lleno de juego, de risa, de creatividad y creación, de aquella sonrisa perenne de los colombianos y las colombianas que nos distingue pero que nos quieren quitar para que seamos homogéneos, primero en lo mal llamado básico y luego en el entretenimiento y que todos trabajemos para proteger una élite distinguida. Ja!

bottom of page